
por Pablo Rego | En el largo recorrido de la vida, a veces transitamos procesos profundos sin darnos cuenta de que estamos inmersos en ellos. El tiempo pasa, tomamos decisiones, cambiamos de dirección, soltamos vínculos, dejamos lugares... Y solo cuando miramos hacia atrás comprendemos que todo aquello que nos sacudió, que nos incomodó o que nos desbordó formaba parte de una misma corriente: una transformación profunda que, en mi caso, se extendió durante siete años.
Desde el año 2018, y de manera paralela al ingreso de Urano en el signo de Tauro, comencé a vivir una serie de cambios que marcaron mi camino personal y profesional. No es un artículo sobre astrología, aunque hay referencias que pueden servirnos de guía simbólica. Es, más bien, una reflexión sobre el modo en que los procesos invisibles de la vida nos atraviesan y nos transforman.
Cuando el cuerpo empieza a hablar
El planeta Urano está asociado con los movimientos inesperados, con la necesidad de liberarnos de lo que ya no nos representa, con los cortes que abren nuevas puertas. Al entrar en Tauro, signo ligado a la estabilidad, la materia, los valores y el cuerpo, comenzó a remover todo aquello que nos daba seguridad pero que, en muchos casos, ya se había vuelto una carga.
En mi historia, eso se manifestó en forma de cansancio, de rigidez, de una sensación de estar cumpliendo con rutinas que habían perdido su sentido más profundo. Por entonces, atendía pacientes de masaje y guiaba clases de Yoga en diferentes pueblos. Me trasladaba constantemente, sostenía grupos, acompañaba procesos, daba lo mejor de mí en cada encuentro. Pero algo dentro de mí pedía cambio.
Los primeros signos fueron físicos. Una rodilla que comenzó a molestar, el cuerpo agotado por los viajes, el deseo de crear contenido que quedaba relegado por la falta de tiempo. La incomodidad creció lentamente, hasta volverse insostenible. Y así empezó el proceso de soltar.
Soltar no es abandonar
Dejar de atender, pausar las clases, despedirme de ciertos grupos... No fue sencillo. Cada decisión venía acompañada de una sensación de culpa, de responsabilidad no resuelta. Porque cuando trabajamos con personas, cuando creamos lazos desde el cuidado, soltar duele. Pero a veces, el camino de la coherencia interior requiere tomar distancia, elegir el propio bienestar, aunque eso implique cerrar etapas.
Cuando elegimos cuidarnos, también estamos cuidando lo que vendrá.
El empujón inevitable
El año 2020 trajo consigo la pandemia, que para muchos fue un punto de inflexión. En mi caso, fue la oportunidad (forzada al principio) de cambiar el formato de trabajo, de abrirme al espacio digital, de reinventar mi forma de acompañar. Comenzaron las clases online, los contenidos, el contacto con personas de otras geografías. Y con ello, también, la posibilidad de hacer espacio a lo creativo.
Sin embargo, el duelo por lo que quedaba atrás seguía latente. Aquellos pacientes, aquellos alumnos, aquellas comunidades a las que ya no podía volver... Todo eso quedaba en mi corazón como parte de un ciclo que necesitaba ser reconocido y honrado. Y que, en muchos casos, no había podido cerrar como hubiera deseado.
El valor de mirar hacia atrás
A lo largo de estos siete años, fui comprendiendo que crecer implica elegir. Y que toda elección implica una pérdida. Que no siempre podemos acompañar a todos hasta el final. Que algunas personas llegan a nuestra vida por un tiempo, y que cuando ese tiempo termina, lo único que queda es agradecer. Y también perdonarse.
La transformación duele. La autenticidad también. Pero ambas liberan.
La luna llena que lo iluminó todo
En mayo de 2025 tuvo lugar una Luna llena en Escorpio, un evento astrológico que vino a iluminar todos estos procesos. Escorpio es el signo de la transformación profunda, del duelo, del renacimiento. Y esta Luna llena, en oposición a Urano, puso sobre la mesa la necesidad de revisar los vínculos, los valores, los cambios realizados desde 2018.
No hay recetas para transitar un cambio profundo. Pero compartir lo vivido puede ser un acto de sanación.
Una historia real, sin filtros
Por eso grabé un video donde cuento, con honestidad y sin edición, todo este recorrido. No para enseñar nada, sino para acompañar a quien esté pasando por algo similar.
Quizás también hayas tomado decisiones que dolieron. Quizás también hayas sentido culpa por elegirte. Quizás hoy estés en medio de un proceso de cambio que no sabes cómo nombrar. Si es así, este video puede ser una forma de espejarte, de encontrar palabras para lo que todavía no dijiste.
Te invito a verlo y a compartir tus pensamientos en los comentarios. A veces, escribir lo que sentimos también es una manera de sanar.
Gracias por estar ahí, por acompañar desde el otro lado. El camino de la transformación no es lineal, pero siempre deja huellas de verdad. Y compartirlo lo vuelve más humano, más real, más posible.
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Diplomado en Ayurveda
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