por Pablo Rego | La mente y la distracción
e inquietud que ella genera dificultan una visión comprendedora que pueda
llevarnos su neutralización. De igual manera los hábitos caóticos surgidos de
dicha actividad mental hacen que, incluso una vez introducidos en actividades como
el Yoga y la Meditación,
sea complicado permanecer en el camino que nos conduzca a un estado de progreso
y a la profundización del autoconocimiento y el crecimiento espiritual.
Foto ©Freepik |
La influencia de la cultura de la inquietud.
Venimos de donde venimos. Es
inevitable estar imbuidos de las costumbres o hábitos de una cultura que valora
el movimiento, que incita a poner la energía fuera, que basa su desarrollo en
la producción masiva de lo que sea y en un consumo indiscriminado que en muchas
ocasiones se vuelve irracional.
Como individuos de esta sociedad
de consumo –y dando por sentado que alguien que ha decidido practicar Yoga es bastante
consciente de lo nocivo que este estilo
de vida puede resultar- muchos practicantes ponen a esta disciplina en el mismo
sitio de importancia que a cualquiera otra actividad disponible para ocupar el
tiempo “ocioso”, para entretenerse o evitar el aburrimiento.
Acercarse al Yoga como “consumidores”, tomando todo el
entorno de esta disciplina como una oferta más y con la expectativa de aquietarse
y soltar la inercia de seguir consumiendo, puede llevarnos a saltar de una
clase a otra, combinando Yoga con otras actividades, sin distinción de cuáles
son los efectos que provocan en el Ser cada una de las prácticas realizadas.
De la misma forma, aun habiendo
decidido que el estilo, el lugar o el profesor o profesora de Yoga son los
adecuados para sí y asumiendo la propuesta de quedarse en la práctica para profundizar en sus experiencias y conocimientos para
los que el tiempo es fundamental, luego de un tiempo comienza la idea de
experimentar y cambiar algo, manifestándose parte de ese hábito de consumir y
saltar de una cosa a la otra.
Uno de los hábitos que es
fundamental cambiar, entonces, es el de creer que la respuesta está en lo que
no se hace, en lo que no se tiene, en lo que no se es. Comenzar a practicar
Yoga, quedarse, aprender, darse el tiempo para que todos esos impulsos vayan transformándose
en paciencia, contemplación y auto-comprensión, es una oportunidad para crear
una referencia de quietud, un mojón o hito al que regresar siempre para
continuar transitando el camino que nos pueda conducir a trascender la mente y el
poder que esta tiene sobre todo el Ser.
El valor de la “regularidad”
Desde el punto de vista de la ciencia médica Ayurveda
-medicina originada en India con más de cinco mil años de antigüedad y hermana
del Yoga- utiliza la “regularidad” como un camino para estabilizar ciertos
trastornos.
En Ayurveda el movimiento es
identificado con dos de los cinco elementos en lo que se basa su teoría del
equilibrio. Estos elementos son el Aire y el Éter (que se suman al Agua, el Fuego
y la Tierra para alcanzar los cinco elementos de los que está formado el Universo).
Foto de Melissa Mai de Pixabay |
Esos elementos suelen estar fuera
de control en gran parte de las personas, producto del caos en el que se vive en las comunidades modernas. Caos que no es
casual y en el que de una u otra manera todos estamos inmersos cuando nos
conectamos demasiado con las pautas marcadas por la sociedad de producción y
consumo.
La regularidad es un elemento que
siempre nos va a ayudar a permanecer en un estado más consciente, ya que si
estamos habituados a ella, cuando advirtamos que vamos a perder ese factor de
equilibrio podremos reaccionar corrigiendo aquello que nos aleja de nuestro
centro.
La oferta y la demanda de Yoga.
Cuando tomamos como un elemento
importante la regularidad [como también pueden serlo en Ayurveda la moderación
para controlar Pitta Dosha (Agua + Fuego) o la activación para estabilizar
Kapha Dosha (Agua + Tierra)] es importante tenerlo en cuenta tanto cumpliendo
el rol del aprendiz como el del facilitador, guía, instructor o profesor de Yoga.
Como seres humanos todos estamos expuestos
a los factores condicionantes de la cultura en la que vivimos. Por lo tanto es
importante que tanto quien ocupe el rol de organizar y dar clases de Yoga como
quien esté en el lugar del alumno asuma la importancia de cumplir con un
programa regular de práctica para conseguir resultados positivos.
Organizar unas clases regulares
de Yoga, sostenerlas y estar disponibles para que los asistentes puedan
practicar y realizar su camino de autoconocimiento lleva mucha energía. El amor
y la profunda convicción de que Yoga es una disciplina maravillosamente transformadora
está presente (o debe estarlo) en el universo filosófico y espiritual que rodea
a la mayoría de los dadores de Yoga, pero, de todas formas, se pone una gran
cantidad de energía real en la formación dentro de la disciplina y en la
organización y sostenimiento de las clases que se dan.
Si no hay una propuesta de
constancia que sea una referencia para el aprendiz, difícilmente pueda haber
luego por parte del alumnado un compromiso con las clases. Pero una vez que
existe ese lugar al que ir a practicar Yoga siempre, es fundamental que el practicante
tome como prioritario el factor de la permanencia y la profundización para
alcanzar niveles reales de cambio y autoconocimiento.
El camino del progreso y
trascendencia de las reglas de la oferta y la demanda del mundo de producción y
consumo del que Yoga debería estar exento (o por lo menos alejado o en un
estado de protección) nos puede conducir a tomar la práctica de actividades de
crecimiento personal como una oportunidad para valorar cada acto de quienes
proponen la creación y el sostenimiento de espacios para que se practiquen esas
disciplinas entre nosotros.
Conectar con los demás de una
manera profunda nos puede ayudar a tomar consciencia de que detrás de cada acto
hay un ser humano como nosotros. Intentar dedicar un tiempo y algo de atención
a las personas que dedican sus energías vitales a crear espacios en los que
transformar nuestros estados internos y la propia consciencia, pueden llevarnos
a, por ejemplo, dejar de saltar de un lado a otro como consumidores para valorar
la existencia de los lugares reales que puedan abrirnos las puertas a lo que
realmente necesitamos para vivir en un estado más equilibrado, saludable y
consciente en medio del mundo contemporáneo.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Terapeuta holístico
Diplomado en Medicina Ayurveda
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