Autocontención y autorrepresión: el arte de convivir y el Yoga como camino de equilibrio


por Pablo Rego | Vivimos en una época en la que la libertad personal y la expresión individual se han convertido en banderas que, aunque necesarias, muchas veces se confunden con la falta de límites o con una interpretación errónea de la autenticidad. La exaltación del “yo” y el derecho a “ser uno mismo” sin condicionamientos ha dado lugar, en muchos casos, a una cultura que desprecia la contención, el silencio y la pausa interior. Sin embargo, en toda sociedad armónica, la autocontención y cierta forma de autorrepresión consciente son virtudes indispensables para la convivencia, la evolución colectiva y el desarrollo interior.

En la práctica del Yoga, estas cualidades no son vistas como negaciones de la libertad, sino como expresiones superiores de la conciencia. El dominio de sí mismo —esa capacidad de frenar, observar y dirigir la energía vital antes de que se disperse o se desborde— constituye uno de los pilares del crecimiento espiritual y de la madurez humana.


La diferencia entre reprimir y contener

Hablar de “represión” en términos positivos puede generar rechazo, porque el término suele asociarse a mecanismos psicológicos inconscientes que bloquean emociones o impulsos, generando tensiones o neurosis. Pero lo que aquí se propone es otra cosa: una autorrepresión consciente, que no es negación, sino disciplina emocional y energética. Se trata de la decisión voluntaria de no dejarse arrastrar por las pasiones, las reacciones inmediatas o los impulsos desbordados.

La autocontención, por su parte, es la expresión más armónica de ese mismo principio. Es el espacio que nos damos entre el impulso y la acción. Es el silencio interior que precede a la palabra justa; la pausa que evita el conflicto innecesario; el respiro que permite transformar la energía reactiva en comprensión.

Cuando el ser humano no desarrolla esta capacidad, se convierte en esclavo de su emocionalidad. Y cuando una sociedad entera promueve la idea de que toda emoción debe ser expresada sin filtro, lo que se genera es un caos colectivo disfrazado de libertad. La convivencia requiere límites, pero no impuestos desde afuera: límites conscientes, elegidos desde la comprensión del bien común.


La enseñanza del Yoga: del deseo al discernimiento

En el Yoga clásico, especialmente en los Yoga Sutras de Patanjali, encontramos una enseñanza profunda sobre este tema. Allí se habla de los yamas y niyamas, principios éticos que constituyen la base del camino espiritual. Entre ellos, tapas (la autodisciplina) y santosha (el contentamiento) son ejemplos claros de esa energía de contención que purifica y refina la mente.

El Yoga nos invita a observar el deseo antes de actuar, a canalizar la energía antes de dispersarla. No se trata de reprimir lo que sentimos, sino de aprender a comprenderlo, dirigirlo y transformarlo. Cada respiración consciente es un acto de contención: el aire entra, permanece, sale. Si intentamos retenerlo de más, nos dañamos; si lo liberamos sin control, nos agotamos. La vida entera funciona con ese principio de equilibrio.

La verdadera libertad no es hacer lo que uno quiere, sino poder elegir con conciencia lo que realmente necesita. El Yoga enseña que cuando el deseo gobierna, somos prisioneros; pero cuando la conciencia guía, el deseo se vuelve un instrumento de evolución.

Sociedad, convivencia y límites internos

La sociedad humana se sostiene en acuerdos. Algunos son explícitos —como las leyes— y otros implícitos —como la cortesía, el respeto, la empatía—. Pero esos acuerdos solo pueden sostenerse si los individuos practican, de manera cotidiana, la autocontención. No hay convivencia posible si cada persona actúa únicamente en función de sus emociones del momento.

En este sentido, la autorrepresión consciente no es un castigo, sino un acto de amor hacia el otro. Cuando elegimos no responder con ira, cuando decidimos callar para no herir, cuando renunciamos a tener la última palabra, estamos practicando una forma de Yoga en la vida diaria. Estamos reconociendo que el otro también tiene un espacio sagrado que merece ser respetado.

El Yoga no se limita al mat ni al tiempo de meditación. Su verdadera función es educar la mente y el corazón para que podamos habitar el mundo con más armonía. El autocontrol que se cultiva en las posturas y en la respiración se traslada naturalmente a la conducta, a la palabra y al pensamiento.


El valor espiritual de la contención

La contención es una energía ascendente. Mientras el impulso es expansivo y hacia afuera, la contención es centrípeta, lleva hacia el interior. En esa dirección se construye el verdadero poder interior: el que no necesita imponerse porque se sostiene en la calma y la claridad.

Los antiguos yoguis sabían que la energía vital, o prana, debía ser conservada y dirigida con sabiduría. Cada emoción desbordada, cada palabra impulsiva, cada deseo sin filtro representa una fuga de energía. Por eso, el dominio del cuerpo, de la palabra y de la mente —los tres canales de acción— era considerado un signo de evolución espiritual.

El Yoga enseña que no hay progreso sin disciplina, y que la libertad sin autocontención se convierte en desorden. Así como un río necesita cauce para fluir, la energía humana necesita límites conscientes para convertirse en fuerza creadora. Sin cauce, el agua se dispersa; con cauce, genera vida.

Contener no es reprimir, sino transformar

La diferencia fundamental entre la represión inconsciente y la contención consciente radica en el propósito. La represión inconsciente niega, esconde, bloquea. La contención consciente observa, acepta y transforma. En lugar de huir del impulso, lo miramos de frente y decidimos qué hacer con él. Esa es la práctica del Yoga en acción.

Cuando practicamos pranayama, aprendemos a sentir ese poder: inhalar, sostener, exhalar, pausar. En ese ritmo se educa la mente y se serena el corazón. La pausa entre inhalación y exhalación es una metáfora perfecta de la autocontención: un espacio de conciencia donde elegimos no reaccionar automáticamente, sino responder desde la calma.

 

Una práctica necesaria para el mundo actual

En un mundo saturado de estímulos, donde todo nos invita a reaccionar, a opinar, a mostrar, la autocontención se vuelve una práctica revolucionaria. Detenerse, respirar, no responder de inmediato, mirar hacia adentro, se ha vuelto un acto de resistencia frente a la sobreexposición y la urgencia.

El Yoga ofrece herramientas concretas para cultivar esta virtud. La atención plena (smriti), la ecuanimidad (samatva), la moderación en los sentidos (brahmacharya) y la disciplina (tapas) son caminos hacia una vida más equilibrada. A través de la práctica, aprendemos a reconocer nuestros impulsos y a transformarlos en energía creativa, en lugar de permitir que se conviertan en fuente de conflicto.

La autocontención no es una renuncia al placer ni a la expresión, sino una forma superior de gozo: la que surge de saberse dueño de uno mismo, de poder elegir cuándo hablar, cuándo actuar y cuándo permanecer en silencio.

El equilibrio como acto de amor

La convivencia humana requiere de individuos conscientes, capaces de gobernar sus emociones y dirigir su energía hacia la construcción del bien común. La autocontención y la autorrepresión consciente no son enemigas de la libertad, sino sus guardianas. Sin ellas, la sociedad se vuelve un campo de fuerzas en pugna, sin armonía ni propósito.

El Yoga, como ciencia de la vida interior, nos recuerda que la verdadera madurez consiste en saber contener para poder expandirse en el momento justo. Quien domina su energía no vive limitado: vive en paz. Porque en la calma del autocontrol florece la libertad interior, y desde esa libertad es posible convivir, crear y amar en plenitud.

©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Escritor
Diplomado en Ayurveda
Terapeuta holístico




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