por Pablo Rego | Acostumbrados a condicionar la mente primero y llevar a la realidad después, la exploración de las propuestas de Yoga, la adaptación a las posturas, la actitud necesaria para su prÔctica, proponen el primer reto, especialmente a los adultos occidentales: recuperar el contacto con la intuición, la experiencia y la imitación como caminos para el aprendizaje.
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Son muchos los años que pasamos entrenando nuestra mente para la lógica
y la competencia. En un mundo en el que los sistemas de enseƱanza estƔn
fundamentados en el rendimiento y la cumplimentación de objetivos, la dimensión del juego y el “dejarse
llevar” van perdiendo fuerza hasta, en muchos casos, desaparecer por completo
de nuestras vidas.
Cuando nos proponemos practicar Yoga nos encontramos con una dificultad
que es intentar llevar la mente a su mĆnima expresión o dejar de seguirla y,
al mismo tiempo, aprender o intentar seguir unas pautas de acción determinadas.
La confianza
El entrenamiento en la competencia nos vuelve muy selectivos a la hora de confiar en otro ser humano. Por supuesto
que hay matices, que hay seres mƔs comprensivos y abiertos, mƔs confiados o
menos competitivos, pero, en general, el comĆŗn de los practicantes
principiantes de Yoga se predisponen a la recepción de la información, técnicas
o propuestas de rutinas en una sesión con una actitud distante, intentando
racionalizar primero para decidir luego si ejecutar o de quƩ manera encarar lo
propuesto.
La desconfianza es una barrera que debemos franquear para dejarnos
llevar. Es como el ciego que comienza un entrenamiento para poder desplazarse
por su propia casa primero y por las calles despuƩs; fundamentalmente deberƔ
confiar en la guĆa de otro hasta que estĆ© preparado para desplazarse por sus
propios medios.
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La imitación
En nuestras vidas la imitación aparece antes que la racionalización. Un
bebƩ de pocas semanas comienza a observar y a imitar gestos y sonidos, aun sin
estar preparado para hacerlos tal cual los ve. Conforme va creciendo desarrolla
las capacidades bÔsicas de su propio funcionamiento por imitación; otras, como determinados
movimientos o el lenguaje, ya son entrenamiento intelectual.
Ese momento clave en el que comenzamos a reconocer el mundo que nos
rodea por primera vez, simplemente percibiendo e imitando, o encontrando nuestros
limites para ir desarrollando nuestras capacidades y superarlos naturalmente,
es una excelente referencia para llevar al aprendizaje de Yoga.
Con la mente en calma, conscientes de nuestro entrono y de nosotros mismos,
siguiendo la guĆa, muchas veces hablada y otras tantas ejecutada prĆ”cticamente,
sin crear pensamientos, sin intentar discernir ni reflexionar, la prƔctica de
Yoga se vuelve parte de nuestros movimientos de manera natural.
La no-activación de la mente
Tanto si somos aprendices como si estamos guiando una sesión, debemos
tener en cuenta que la transferencia de información debe hacerse de manera tal
que la mente permanezca en calma.
Las anotaciones, las preguntas y respuestas, la interpretación y la reflexión
deben ser reducidas y estar claramente delimitadas en un espacio que no se
mezcle con el momento de la prƔctica concreta de ejercicios, asanas, pranayama,
etc.
Si la sesión de Yoga se convierte en una clase de las que abundan en las
escuelas de educación inicial, primarias, secundarias, terciarias, universitarias,
institutos, colegios, etc., con un expositor que habla y unos receptores que
escuchan, anotan y eventualmente preguntan, estaremos cambiando los principios
del aprendizaje de esta disciplina que lleva siglos siendo transmitida
directamente de Maestros a aprendices o discĆpulos.
En ese clima, quien guĆa la clase, acompaƱa en la experiencia, utiliza
todos los recursos para mostrar y acompañar en la realización, responde mÔs con
actos que con largas explicaciones, corrige en los hechos y fomenta la
cercanĆa, la confianza y el silencio mental.
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Con la confianza como elemento presente y la imitación como forma de
tomar la información, aparece un vértigo inevitable en el común de los seres
modernos excesivamente excitados y conectados, que es el que produce la
trascendencia de la razón, tanto para la prÔctica de Yoga como para cualquier
otra actividad que tuviƩsemos que realizar.
El vƩrtigo aparece cuando, por ese entrenamiento constante desde la
niñez, hemos incorporado aquello de que primero pienso y luego actúo. QuizÔ en
otros Ômbitos esto sea importante aún, quizÔ, dependiendo de dónde o cómo
vivamos, sea fundamental esta relación entre pensamiento y acción.
Pero la prÔctica de Yoga es una invitación a deshacernos, en principio
por el lapso de tiempo que dura la sesión, de esa relación condicionante que
neutraliza por completo la intuición. Asà como ejercitamos la utilización de la
razón para todo, para entrar en profundidad en la dimensión de la prÔctica,
debemos ejercitar el dejar de utilizarla.
La intuición nos permitirÔ saber quiénes somos, dónde
estamos y qué hacemos sin necesidad de pensarlo. Con la razón desactivada,
podremos practicar sin pensar, dejÔndonos llevar a la realización de unos ejercicios
que, al comienzo, podrƔn parecer extraƱos, pero que siempre que estarƔn desarmando las
estructuras rĆgidas del cuerpo y de la mente.
Conectar con el niƱo interior
Volver al niƱo interior no es comportarse como el niƱo que no somos realizando
una imitación mala y vergonzante de un estado del ser humano. Volver a nuestro
niño es conectar con ese estado en el que la imitación es la manera de
aprender, en el que la confianza estĆ” presente, en el que somos capaces de seguir
caminos sin definirlos como buenos o malos, es liberar la intuición para
transitar la realidad sin interferencias de la mente.
Esta manera de aprender, contraria a las estructuras de los sistemas
contemporƔneos que llevan siglos en nuestras sociedades, es una de las
dimensiones mƔs poderosas que podemos experimentar en una prƔctica de Yoga verdaderamente
transformadora.
De la aplicación de este marco conceptual surgirÔ gran parte del cambio
en el estado de Ć”nimo, en la liberación de lĆmites mentales, en la capacidad de
confiar en el otro ya que, al deshacernos de los conceptos adquiridos en la educación
formal, modificaremos el paradigma emocional de nuestro Ser, creando una nueva
estructura energƩtica y una nueva forma de percibir y percibirnos.
©Pablo Rego
Profesor de Yoga
Masajista-Terapeuta
holĆstico
Diplomado en
medicina Ayurveda de India
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